Los Muñoz

Es raro darse cuenta de cómo va acabando la familia.

Por el lado de mi madre los Muñoz son bastante pocos y es hasta casi irónico porque es uno de los apellidos más comunes del país. Ayer enterramos a mi tía abuela, la mayor de tres hermanos, la mayor de tres hermanos separados y que ahora se reencontraron, quedando viva la menor.

En realidad no es pena lo que siento por la familia de mi abuelo, sí es grato saber que existe más allá de mi querida tía y mentora, el conocer acerca de la historia de cómo llegaron a vivir en esa inmensa casa de Pedro Navia, la relación de la abuela Carmela con mi tata, las mañas de la tía Lina y los extensos carretes de la Alicia...

Tener en mi habitación cosas tan concretas como ese sillín de madera casi milenario, leyendo en compañía de esos familiares que no alcancé a conocer, a la luz de las velas y esperando entrar en contacto, sentir el calor de familia, tosco pero calor al fin.

En cuanto al velorio, cuando leí la biblia en la parroquia a pedido del tipo que acompañaba al cura, yo le hice entender que en realidad no sentía como algo profundo el dedicarle palabras de las santas escrituras a mi tía, más aun cuando no estoy bautizado. Lo hice por ella, por respeto y por el cariño a su hija, la destrozada Lina Maulme. Me tocó hablar antes de terminar todo, decir unas palabras ante los presentes, eso si fue del corazón; que estoy tranquilo por la muerte de ella, que siento el incipiente gran calor de nuestra pequeña familia, porque estamos justos y necesarios, tenemos a los locos, los llorones, los correctos y algunos pecadores, los tontos y los flojos. Compartimos ese distintivo gen piteado, el gen Muñoz.