Monday, July 14, 2008

Fuera de tu lista

No quise abrir la puerta. Aun cuando sabía que venías con nuestros regalos, hice lo posible porque no entraras a la casa. Mi hermana no puede más contigo, siempre lo dice como susurrando –maldito viejo éste, que me hace sufrir-. Lo dice mientras mece en sus brazos al pequeño Rubén. No entiendo por qué te fijaste en ella, teniendo un abanico tan amplio de personas, de niños que hacen el bien. Dentro de tu lista debieras de tachar a los buenos, eso creo yo. A los niños malos se les castiga, con ellos puedes hacer lo que quieras. No entiendo tampoco por que te escudas tras las faldas de mamá, que se la pasa todo el día inventando situaciones para no inculparte a ti, si acá no perteneces. Tú eras de bien lejos, donde todo se ve blanco y hay pingüinos y enanitos orejones y cosas heladas.

Me da tanta rabia cuando recuerdo que te vi la primera vez entrar por la puerta, como si nada, y luego tapaste con esa mano regordeta la boca de ella, que dormía en su cama junto a la mía. Miraste por si yo despertaba, a la vez que te movías de una forma tan extraña sobre el cuerpo de mi hermana. Estaba incómoda, tanto que a los días siguientes papá hizo que me cambiaran de habitación, para que cada uno tuviera su espacio. Mentira. Estuviste contento por ese suceso y en los meses venideros nació Rubencito. Nadie habló de ti, y pienso que papá no puso suficiente de su parte para prohibirte la entrada a nuestro hogar, más cuando su hija mayor salió perjudicada. Pienso a veces que ustedes dos están coludidos y hasta que son familiares; hablan igual, son parecidos de cuerpo y mirada. Solamente se diferencian por la gran barba que cuelga en tu mentón.

Para mí hace rato que no existías, pero aun así volviste a las andanzas, aunque no te fijaste en mí cuando descubrí esos colorados ropajes, ni las botas de cuero cuidadosamente lustradas con esas hebillas, tan brillantes que te hacen ver como un hombre intachable, risueño como cualquier abuelito…No, ya no quiero creer en ti, y tampoco quiero que mis amigos lo hagan. Pretendo estar de ahora en adelante fuera de tu lista, porque no vale nada y además no justifica lo que haces con quiénes se portan bien. Se acabaron los regalos, y las galletas con tu vaso de leche, ni pienso colgar un adorno más en el árbol, porque quiero que desaparezcas, ansío crecer y olvidarme de ti por completo.

Ten por seguro, querido viejito, que esta es mi última carta.

3 comments:

medicamentoso said...

Me encantó el remate, me involucra y tal vez a todos y a cada uno en parte. Las construcciones sociales están a la orden del día.

Saludos!

Maya said...

Que buen relato Cristobal, cada día estás escribiendo mejor, se ve que le has sacado el jugo a tu curso de narrativa. Realmente el final es matador. Todo esta colocado y armado a la perfección.

Que gusto leer tus escritos.

Maya

x said...

Hola Cristobal hace mucho que no pasaba por aquí y me encuentro con un muy buen relato.

Me llamo la atención como trataste una temática social tan delicada "para la sociedad" de una manera descarnada pero sin ser directa. Espero otros escritos.

saludos
Victhor

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