Clarita

Tengo una sobrina que lleva su cabello de color verde, uno que otro piercing colgando en su rostro y su risa es tan atroz y pegajosa como la mía. Hace arreglos en su ropa y accesorios, los llena con retazos de colores atrayentes y psicodélicos, los parcha y abotona, pega, junta o une con trozos de género y otras cosas. Recuerdo que alguna vez ella tuvo un hueso santo, que era una niña llena de entretenidas ideas y tallas que ni ella misma entendía, cualidad que hasta ahora mantiene viva. No siempre podía disfrutar del tiempo de calidad que pasaba conmigo por ir de tarde al colegio.

Se ha quemado el trasero con una estufa a parafina luego de haber vuelto a casa de una protesta pingüina más que empapada. Se burla no sólo a costa de su mamá, sino que de todos en una forma medio tierna e infantil, hasta el punto de ser un poco molesta, aun así, se trauma y perturba con mis bromas en doble sentido e irreverencias. Siento que es un choque generacional entretenido, con marcadas ironías y una muy sana y necesaria picardía en nuestras vidas, ya que no sé con quién más me reiría de cosas tan cotidianas volviéndolas extrañas como lo hago con ella...